Dissabte vaig tindre una conversa amb un nivell de transcendència tan elevat que només podia tindre lloc a vora mar.
- ¿Te gustan los tíos con las piernas depiladas? -em preguntà una amiga.
Una pregunta d'eixa mena no pot tindre per resposta un sí o un no lacònic, sinó que requereix una exposició basada en fets i dades i, per tant, en el mètode empíric:
- En general no; me gustan los tíos con pelo, pero como se suele decir: ni tanto ni tan calvo, porque recuerdo que hace años tuve un novio que tenía pelo en la espalda, y eso ya no me gusta...
- Pero...
- Aunque también follé una vez con un tío tan depilado, tan depilado, tan depilado que parecía un pollo de esos que venden en el supermercado.
- Ya, pero...
- Eso sí, prefiero un tío peludo antes que un pollo depilado, porque al tacto da un poco de grima.
- Y...
- Aunque sí, tienes razón: el pelo puede llegar a ser incómodo en determinadas situaciones.
- Ahí voy: es que mi ex no se arreglaba nada, y tenía eso salvaje.
- Pues tampoco cuesta tanto arreglarse un poco... y además, te digo otra cosa: si lo haces bien, parece que sea más grande.
2008